El amor tantas veces no se habla

. 30 de mayo de 2006
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Prometo no volver a suplicar nunca por nadie,
intentare no confundir los sueños con soñarte,
 
no seguiré esperando cada noche a los piratas,
que hunden cada barco que relleno con mi alma.

No quiero que se pierdan las miradas pero veo
que el amor tantas veces no se habla y no lo entiendo.

Confieso que fui yo quien más perdió aquella mañana
y que tú ganaste al fin la libertad sin desearla...

No puedo azucarar la inmensidad que ahora me falta
pero veo que es más fácil ignorar.

Promesas, Tiza

Nada sigue igual

. 26 de mayo de 2006
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Es un gran misterio. Para vosotros, que también amáis al principito, como para mí, nada en el universo sigue siendo igual si en alguna parte, no se sabe dónde, un cordero que no conocemos ha comido, sí o no, a una rosa...

Mirad al cielo. Preguntad: ¿el cordero, sí o no, se ha comido la flor? Y veréis cómo todo cambia...

¡Y ninguna persona grande comprenderá jamás que tenga tanta importancia!

El Principito, Antoine de Saint-Exupéry

60 años en el desierto

. 22 de mayo de 2006
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- El desierto es bello - agregó.
Es verdad. Siempre he amado el desierto. Puede uno sentarse sobre un médano de arena. No se ve nada. No se oye nada. Y sin embargo, algo resplandece en el silencio...
 
- Lo que embellece al desierto - dijo el principito - es que esconde un pozo en cualquier parte...
Me sorprendí al comprender de pronto el misterioso resplandor de la arena. Cuando era un muchachito vivía yo en una antigua casa y la leyenda contaba que allí había un tesoro escondido. Sin duda, nadie supo descubrirlo y quizá nadie lo buscó. Pero encantaba toda la casa. Mi casa guardaba un secreto en el fondo de su corazón...
 
- Sí - dije al principito -; ya se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo que los embellece es invisible.



El Principito, Antoine de Saint-Exupéry


Pentagrama sin clave

. 20 de mayo de 2006
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El canto primitivo que dices al silencio y la historia sonora que cuentas al ramaje
 

los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
 

tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.

La lluvia, Federico García Lorca

Noche oscura

. 18 de mayo de 2006
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Yo pronuncio tu nombre,
en esta noche oscura,

y tu nombre me suena
más lejano que nunca.

Más lejano que todas las estrellas
y más doliente que la mansa lluvia.


Federico García Lorca, Kandinsky

Eres responsable de tu rosa...

. 17 de mayo de 2006
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- Lo esencial es invisible a los ojos - repitió el principito, a fin de acordarse.

- El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.

- El tiempo que perdí por mi rosa... - dijo el principito, a fin de acordarse.

- Los hombres han olvidado esta verdad - dijo el zorro -. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...

- Soy responsable de mi rosa... - repitió el principito, a fin de acordarse.

El Principito, Antoine de Saint-Exupéry



Ojos verdes (III) Un beso que nunca llega, unos ojos que me hacen infeliz

. 15 de mayo de 2006
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-¿Ves, ves el límpido fondo de este lago? ¿Ves esas plantas de largas y verdes hojas que se agitan en su fondo?... Ellas nos darán un lecho de esmeraldas y corales..., y yo..., yo te daré una felicidad sin nombre, esa felicidad que has soñado en tus horas de delirio y que no puede ofrecerte nadie... Ven; la niebla del lago flota sobre nuestras frentes como un pabellón de lino...; las ondas nos llaman con sus voces incomprensibles; el viento empieza entre los álamos sus himnos de amor; ven..., ven.

La noche comenzaba a extender sus sombras; la luna rielaba en la superficie del lago; la niebla se arremolinaba al soplo del aire, y los ojos verdes brillaban en la oscuridad como los fuegos fatuos que corren sobre el haz de las aguas infectas... Ven, ven... (...)

Dió un paso hacía ella..., otro..., y sintió unos brazos delgados y flexibles que se liaban a su cuello, y una sensación fría en sus labios ardorosos, un beso de nieve..., y vaciló..., y perdió pie, y cayó al agua con un rumor sordo y lúgubre.

Las aguas saltaron en chispas de luz y se cerraron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata fueron ensanchándose, ensanchándose hasta expirar en las orillas.

Los ojos verdes, Gustavo Adolfo Bécquer



Amantes ausentes

. 13 de mayo de 2006
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Ya se fue la diosa. ¿La volveré a ver? Quisiera apartar de mi pensamiento toda tristeza, para que mis letras no lleguen a ti impregnadas de una melancolía que, por nada del mundo quisiera que fuese contagiosa. Hay que buscar razones para consolarse de lo inevitable. Así, pienso yo que los amores, aún los más realistas, se dan en sus tres cuartas partes en el retablo de nuestra imaginación. 

Por eso la ausencia tiene también su encanto, porque al fin, es un dolor que se espiritualiza con el recuerdo de las presencias. Acaso todas las diferencias entre los hombres son de memoria y fantasía. Saber recordar, saber imaginar ... Tal vez el amor no es más que eso, y donde eso acaba, comienza la materia, la muerte. (...) 

Mientras podemos recordar, -recordarnos-, vivimos, y la vida tiene un valor: el de nuestras imágenes.

Y ahora te veo yo, diciéndome ¡adiós! con la mano, el día de nuestra última entrevista, y tras esa imagen se me va el corazón, tantas veces como la evoco. Y para consolarme traigo a la memoria, la radiante sorpresa de tu llegada, el último día que nos vimos. Lo maravilloso del espíritu es el poder milagroso de elegir entre las imágenes, y cambiar a voluntad unas por otras. (...) Aunque de cuando en cuando, diosa mía, me invade una enorme tristeza. Porque aunque la fantasía pone mucho para consuelo de amantes ausentes, no llega a tener la virtud de la presencia real.

Cartas, Antonio Machado

Mueres lentamente

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Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.

Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.

Artículo, Pablo Neruda

Ojos verdes (II)

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-¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae a estos lugares ni a los servidores que conducen tu litera. Rompe de una vez el misterioso velo en que te envuelves como en una noche profunda. Yo te amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre. (...)

Ella era hermosa, hermosa y pálida como una estatua de alabastro. Y uno de sus rizos caía sobre sus hombros, deslizándose entre los pliegues del velo como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias brillaban sus pupilas como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro.(...)


-¡No me respondes! -exclamó al ver burlada su esperanza-. ¿Querrás que dé crédito a lo que de ti me han dicho? ¡Oh, no!... Háblame; yo quiero saber si me amas; yo quiero saber si puedo amarte, si eres una mujer...

-O un demonio... ¿Y si lo fuese? (...)

-Si lo fueses..., te amaría..., te amaría como te amo ahora, como es mi destino amarte, hasta más allá de esta vida, si hay algo más de ella.

Los ojos verdes, Gustavo Adolfo Bécquer

Elegimos

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La mayoría de nosotros progresamos con mucha lentitud. Pasamos de un mundo a otro casi exactamente igual, olvidando en seguida de dónde habíamos venido, sin preocuparnos hacia dónde íbamos, viviendo sólo el momento presente. ¿Tienes idea de cuantas vidas debimos cruzar antes de que lográramos la primera idea de que hay más en la vida que comer, luchar o alcanzar el poder en la bandad? Mil vidas, Juan, diez mil! Y luego cien vidas más hasta que empezamos a aprender que hay algo llamado perfección, y otras cien para comprender que la meta de la vida es encontrar esa perfección y reflejarla.
 
La misma norma se aplica ahora a nosotros, por supuesto: elegimos nuestro mundo venidero mediante lo que hemos aprendido en éste. No aprendas nada, y el próximo mundo será igual que éste, con las mismas limitaciones y pesos de plomo que superar.
 
Pero tú, Juan - dijo -, aprendiste tanto de una vez que no has tenido que pasar por mil vidas para llegar a ésta.

Juan Salvador Gaviota, R. Bach

Ojos verdes

. 4 de mayo de 2006
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Yo creí ver una mirada que se clavó en la mía; una mirada que encendió en mi pecho un deseo absurdo, irrealizable: el de encontrar una persona con unos ojos como aquellos.

En su busca fuí un día y otro a aquél sitio. (…)
Sus cabellos eran como el oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y entre las pestañas volteaban inquietas unas pupilas que yo había visto... sí; porque los ojos de aquella mujer eran los que yo tenía clavados en la mente; unos ojos de un color imposible; unos ojos...
¿Sabes tú lo que más amo en este mundo? ¿Sabes tú por qué daría yo el amor de mi padre, los besos de la que me dió la vida, y todo el cariño que puedan atesorar todas las mujeres de la tierra?

Por una mirada, por una sola mirada de esos ojos... ¡Cómo podré yo dejar de buscarlos!

Los ojos verdes, Gustavo Adolfo Bécquer

Mi ilusión de cada día

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Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.

Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.

He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.

Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.

Poema XII, Pablo Neruda

Sí, sí, te quiero

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- Adiós -dijo a la flor.

Pero la flor no le contestó.

- Adiós -repitió.

La flor tosió. Pero no por el resfriado.

- He sido tonta - le dijo por fin -. Te pido perdón. Procura ser feliz.
 
Quedó sorprendido por la ausencia de reproches. Permaneció allí, desconcertado, con el globo en la mano. No comprendía esa calma mansedumbre.

- Sí, sí, te quiero - prosiguió la flor -. No has sabido nada, por mi culpa. No tiene importancia. Pero has sido tan tonto como yo. Procura ser feliz...

El Principito, Antoine de Saint-Exupéry

Rompe las cadenas de tu pensamiento

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... y sus alumnos se dormirían, rendidos después de un día de volar. Les gustaba practicar porque era rápido y excitante y les satisfacía esa hambre por aprender que crecía con cada lección. Pero ni uno de ellos, ni siquiera Pedro Pablo Gaviota, había llegado a creer que el vuelo de las ideas podía ser tan real como el vuelo del viento y las plumas.

- Tu cuerpo entero, de extremo a extremo del ala - diría Juan en otras ocasiones-, no es más que tu propio pensamiento, en una forma que puedes ver. Rompe las cadenas de tu pensamiento, y romperás también las cadenas de tu cuerpo. - Pero dijéralo como lo dijera, siempre sonaba como una agradable ficción, y ellos necesitaban más que nada dormir.

Juan Salvador Gaviota, R. Bach


Sin limitaciones...

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El secreto, según Chiang, consistía en que Juan dejase de verse a sí mismo como prisionero de un cuerpo limitado, con una envergadura de ciento cuatro centímetros y un rendimiento susceptible de programación. El secreto era saber que su verdadera naturaleza vivía, con la perfección de un número no escrito, simultáneamente en cualquier lugar del espacio y del tiempo.

Juan se dedicó a ello con ferocidad, día tras día, desde el amanecer hasta después de la medianoche. Y a pesar de todo su esfuerzo no logró moverse ni un milímetro del sitio donde se encontraba.

- ¡Olvídate de la fe! -le decía Chiang una y otra vez-. Tú no necesitaste fe para volar, lo que necesitaste fue comprender lo que era el vuelo. Esto es lo mismo. Ahora inténtalo otra vez...

Así, un día, Juan, de pien en la playa, cerrados los ojos, concentrado, como un relámpago comprendió de pronto lo que Chiang habíale estado diciendo.

- ¡Pero si es verdad! ¡Soy una gaviota perfecta y sin limitaciones! - Y se estremeció de alegría.

- ¡Bien! - dijo Chiang, y hubo un tono de triunfo en su voz.

Juan abrió sus ojos. Quedó solo con el Mayor en una playa completamente distinta; los árboles llegaban hasta el borde mismo del agua, dos soles gemelos y amarillos giraban en lo alto.

- Por fin has captado la idea - dijo Chiang-, pero tu control necesita algo más de trabajo...

Juan se quedó pasmado.

- ¿Dónde estamos?

En absoluto impresionado por el extarño paraje, el Mayor ignoró la pregunta.

- Es obvio que estamos en un planeta que tiene un cielo verde y una estrella doble por sol.

Juan Salvador Gaviota, R. Bach

Eres mi rosa?

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- Ve y mira nuevamente las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós; y te regalaré un secreto.

El principito se fue a ver nuevamente las rosas.

- No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún - les dijo -. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. (...) 
-Sois bellas, pero estáis vacías - continuó -. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa que he regado. Puesto que es ella la rosa que puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a la que escuché quejarse, o alabarse, o aún, algunas veces, callarse. Porque ella es mi rosa.
 
El Principito, Antoine de Saint-Exupéry