La caja de Pandora (II)

. 19 de noviembre de 2009
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La mujer recién creada, acogió con gratitud el don de Zeus y sobre un magnífico carro descendió a la Tierra, donde el Destino le había señalado como esposa del rey Epimeteo, hermano de Prometeo.

Lo que ocurrió después ya es de todos sabido. La curiosidad de Pandora, poco a poco, empezó a inquietar su pensamiento. ¿Qué contenía el precioso cofrecillo regalado por Zeus? ¿Todos los males? ¿Y si abriese apenas un poquito la tapa y mirase con precaución por la rendija para ver cómo eran?

Pandora levantó la tapa, e inclinó el rostro hacia la breve abertura, pero tuvo que apartarse rápidamente, presa del mayor espanto. Un humo denso, negro, acre, salía en enormes espirales del cofre, mientras mil horribles fantasmas se dibujaban en aquellas tinieblas que invadían el Mundo y oscurecían el Sol. Eran todas las enfermedades, todos los dolores, todas las fealdades y todos los vicios. Y todos ellos, rápidos, incontenibles y violentos, salían del cofre irrumpiendo en las tranquilas moradasd de los hombres. En vano, Pandora trataba afanosamente de cerrar el cofre, de cortar el paso a los males, de remediar el desastre. El Destino inexorable se cumplía y desde entonces la vida de los hombres fue desolada por todas las desventuras desencadenadas por Zeus.

Cuando todo el humo denso se esfumó en el aire y el cofre parecía vacío, Pandora miró al interior, y vio todavía un gracioso pajarillo de alas tornasoladas. Era la Esperanza, el único bien que queda a los mortales para consolarles de su desventura.


Las mejores leyendas mitológicas, José Repollés

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