
- No debí haberla escuchado - me confió un día -; nunca hay que escuchar a las flores. Hay que mirarlas y aspirar su aroma. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no podía gozar con ello. La historia de las garras, que tanto me había fastidiado, debe de haberme enternecido...
Y me confió aún:
- No supe comprender nada entonces. Debí haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Me perfumaba y me iluminaba. ¡No debí haber huído jamás! Debí haber adivinado su ternura, detrás de sus pobres astucias. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla. (...)
- Adiós - dijo a la flor.
Pero la flor no le contestó.
- Adiós - repitió. (...)
- He sido tonta - le dijo por fin -. Te pido perdón. Procura ser feliz.
El Principito, Antoine de Saint-Exupéry
0 Comentarios:
Publicar un comentario