Inicialmente futbolista, tras una fractura de rodilla cambió sus guantes de portero titular en la Real Sociedad de Fútbol por unas manos desnudas a la búsqueda de volúmenes incitado por su vocación artística. Se inició en el mundo del arte en 1942, con unos estudios de arquitectura que abandonaría para dedicarse al dibujo y la escultura en una academia.
Se mudó a París, donde debutó en 1950 con la muestra Les Mains Eblouis. Impresionado por la escultura griega, empezó a trabajar en yeso para pasar luego al hierro, su materia favorita. Su talento, equiparable al de Brancusi o Giacometti, fue pronto reconocido internacionalmente y su obra queda repartida en los mejores museos y colecciones públicas y privadas. Una gran parte de la producción artística de Eduardo Chillida está constituida por obras nomumentales destinadas a espacios públicos. En este sentido, la obra más monumental concebida por Chillida, su Proyecto para la Montaña Tindaya en Fuerteventura, quedó perfectamente definido y en fase de estudio cuando el escultor falleció.
Podemos destacar también la obra titulada Elogio del horizonte que domina el promontorio del Cerro de Santa Catalina, también denominado La Atalaya, en Gijón, Principado de Asturias. En la última parte de su vida, el propio Chillida constituyó el museo Chillida-Leku, inaugurado el año 2000 en el caserío de Zabalaga (en el municipio de Hernani, junto a San Sebastián) una hermosa construcción tradicional vasca remodelada por el escultor y rodeada de un gran espacio de jardines que hoy albergan la que es posiblemente la mayor colección de la obra del artista.
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