- El desierto es bello - agregó.
Es verdad. Siempre he amado el desierto. Puede uno sentarse sobre un médano de arena. No se ve nada. No se oye nada. Y sin embargo, algo resplandece en el silencio...
- Lo que embellece al desierto - dijo el principito - es que esconde un pozo en cualquier parte...
Me sorprendí al comprender de pronto el misterioso resplandor de la arena. Cuando era un muchachito vivía yo en una antigua casa y la leyenda contaba que allí había un tesoro escondido. Sin duda, nadie supo descubrirlo y quizá nadie lo buscó. Pero encantaba toda la casa. Mi casa guardaba un secreto en el fondo de su corazón...
- Sí - dije al principito -; ya se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo que los embellece es invisible.
El Principito, Antoine de Saint-Exupéry
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