Sin limitaciones...

. 4 de mayo de 2006
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El secreto, según Chiang, consistía en que Juan dejase de verse a sí mismo como prisionero de un cuerpo limitado, con una envergadura de ciento cuatro centímetros y un rendimiento susceptible de programación. El secreto era saber que su verdadera naturaleza vivía, con la perfección de un número no escrito, simultáneamente en cualquier lugar del espacio y del tiempo.

Juan se dedicó a ello con ferocidad, día tras día, desde el amanecer hasta después de la medianoche. Y a pesar de todo su esfuerzo no logró moverse ni un milímetro del sitio donde se encontraba.

- ¡Olvídate de la fe! -le decía Chiang una y otra vez-. Tú no necesitaste fe para volar, lo que necesitaste fue comprender lo que era el vuelo. Esto es lo mismo. Ahora inténtalo otra vez...

Así, un día, Juan, de pien en la playa, cerrados los ojos, concentrado, como un relámpago comprendió de pronto lo que Chiang habíale estado diciendo.

- ¡Pero si es verdad! ¡Soy una gaviota perfecta y sin limitaciones! - Y se estremeció de alegría.

- ¡Bien! - dijo Chiang, y hubo un tono de triunfo en su voz.

Juan abrió sus ojos. Quedó solo con el Mayor en una playa completamente distinta; los árboles llegaban hasta el borde mismo del agua, dos soles gemelos y amarillos giraban en lo alto.

- Por fin has captado la idea - dijo Chiang-, pero tu control necesita algo más de trabajo...

Juan se quedó pasmado.

- ¿Dónde estamos?

En absoluto impresionado por el extarño paraje, el Mayor ignoró la pregunta.

- Es obvio que estamos en un planeta que tiene un cielo verde y una estrella doble por sol.

Juan Salvador Gaviota, R. Bach

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